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    Desde mi adolescencia, mi inquietud y una búsqueda constante de respuestas me ha llevado a leer y aprender sobre la energía, feng shui, talismanes, culturas antiguas, costumbres de otros países y un sinfín de curiosidades que enlazaban unas con otras. Recorriendo a través de mis libros, revistas e información que tenía la suerte de recibir de primera mano, de un padre viajero y profundamente ansioso de conocimiento que traía a la mesa camilla de un hogar lleno de mentes inquietas conocimiento a raudales. Le gustaba adornar las historias de sus viajes por el mundo con un toque de intriga y excentricidad haciendo que el amor por lo espiritual y poco tradicional creciera dentro de mí y que, con el tiempo y la no casualidad, me convirtiera en una amante de las técnicas ancestrales y la energía universal.

     

    Aunque mi padre en aquellos momentos no era consciente de que estaba abriendo una mágica puerta en un mundo nuevo para mí, comencé a entender y dar sentido a muchos comportamientos, gustos e inquietudes que sentía y que en ocasiones me habían llevado a hacerme percibir las cosas de una manera diferente e incluso rara, Y que ahora después de más de 20 años, doy las gracias a diario.

     

    La palabra Reiki la escuche con 28 años, de la mano de alguien que tampoco supo explicarme que era, pero que acompañó de una experiencia personal que me pareció cuanto menos curiosa e interesante.  Después de escuchar con atención esa historia, dejé grabado en mi memoria la siguiente frase:  «Es una cosa Japonesa que sana con las manos, Wowww» es lo que pensé, desconocía que era, como se usaba, para qué servía, pero era japonesa, y prometía ser una experiencia cuanto menos reveladora y sorprendente…

     

    Así que, desde la ignorancia, pero con una intuición plena, llamé a la que sería mi primera maestra y mi primera sesión de Reiki. Desconociendo plenamente que aquella experiencia, malamente transmitida, me llevaría al mayor cambio de mi vida. Por ello, siempre estaré agradecida a aquella persona, que con el tiempo desapareció de mi vida, por haberse cruzado en mi camino y traerme de manera inconsciente algo tan valioso para mí, quizá mi mayor tesoro, el Reiki a mi vida.

     

    En esta pequeña aventura no me embarque sola, como siempre he hecho en mi vida, en etapas con mayor o menor intensidad, he sentido la necesidad de que mi madre me  acompañara, esa mujer alegre y con un espíritu de aventura que se ha sentido siempre atraída por lo desconocido y capaz de acompañar a sus hijos en todas sus locuras. Pues ella. que en otro momento os hablaré de manera más profunda porque se merece todos los artículos del mundo, se unió a esta experiencia de la que ninguna de las dos salió indiferente.

     

    Tú que ahora estás leyendo estas líneas, quizá seas ya un experimentado en Reiki y todo lo que vaya a compartir te resuene, o por el contrario desconoces la técnica y tu inquietud te ha llevado a conocer mi experiencia personal de primera mano y esta te hace replantearte tus dudas o inquietudes, te ayuda y te resuelve o te deja más confundido.
    Pero sobre todo te llega de una persona que escribe la verdad desde el corazón y ama después de más de 12 años el Reiki con pasión, haciendo del método su filosofía de vida.

     

    Recuerdo mi primera sesión como si fuese ayer, aunque esa Ornella de entonces si la siento mucho más lejana, distinta, no voy a decir que no la reconozco porque sería negar algo puramente cierto, mi esencia siempre será la misma y eso me gusta y mucho.
    Recuerdo la intriga y expectación que sentía subiendo en ese ascensor antiguo del centro de Madrid acompañada de Beatriz, mi madre. Nos mirábamos con una risa cómplice, embarcadas en una experiencia mística y nueva para nosotras.

     

    ¿Qué espera uno cuando se aventura a una sesión de Reiki?   Algunas personas esperan vivir un viaje místico y sensorial, un viaje astral, una conexión espiritual, reveladora que le cambie su sistema de creencias, que le haga replantearse la vida o, si tiene suerte, quizás hasta se la cambie.
    Yo, sin embargo, no esperaba nada más que una experiencia distinta y diferente a lo que habitualmente había probado y me encontré sentada en frente de una señora de más de 60 años, agradable a la vez que seria, mirándome fijamente a los ojos, explicándome que era el Reiki de una manera sencilla y humana, tan humana que no llegaba a comprender. Eso sigo viviéndolo a diario cada vez que imparto un curso o doy una sesión. Porque los años me han enseñado que la energía hay que sentirla y experimentarla para disfrutarla, compartirla y entenderla.

     

    Tumbada en aquella camilla, comencé a sentir las manos de aquella maravillosa mujer como pasaban por todo mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies varias veces. Sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo, que provocó en mí una presión en el pecho que se fue agudizando y haciendo más intenso a medida que bajaba sus manos por mis centros vitales (chakras) llegando a provocarme un sinfín de emociones encontradas, sensaciones corporales. Experimenté una tristeza profunda junto con una fuerte liberación, cambios de temperatura y dolor intenso de cabeza, entre muchas cosas más que no podría dar forma.

     

    Para mi aquella sesión de Reiki, no supuso un cambio inmediato en mí, no salí siendo otra persona, afortunadamente no pasaba por un momento personal complicado, ni mi salud se encontraba en crisis. Mi vida personal y laboral era estable, pero sentí una fuerte atracción por la experiencia vivida, no sabía como explicar lo que viví, pero tenía clarísimo que aquello que yo había sentido quería aprenderlo y poder compartirlo con la gente que quería.

     

    En ese momento, mi elección dio forma a un nuevo camino en mi vida, esa elección me llevó a hacer mi primer curso de Reiki al que le sucedieron muchos más. Diferentes maestros, formaciones, aprendizajes, mucha práctica personal que sigue y sigue en la actualidad, muchas personas tumbadas en mi camilla. Hice del Reiki mi profesión y filosofía de vida y aprendí a transmitirlo de manera ética y responsable a la gente que acude a mis cursos.

     

    Conocimiento, entrega, aceptación, perdón, autovaloración, tolerancia, seguridad, sensibilidad, constancia, determinación, estos son algunos de los regalos que trajo el Reiki a mi vida, sentirme más fuerte, más libre, más viva, me hizo empoderarme y tomar las riendas, asumir mis aciertos y errores, responsabilizarme de mi vida.

     

    Hoy en día, cuando tengo la suerte de recibir una sesión de Reiki de mis alumnos o compañeros, sigo tumbándome sin esperar sentir o experimentar nada especial o diferente, confío en la energía del Universo y, sé que mi cuerpo, mi mente y mi alma, están conectados, la energía Reiki, irá donde más lo necesite, haciendo de esa sesión única, especial y diferente. Ayudándome en mi proceso personal y ayudándome a seguir creando la mejor versión de mí misma. 

     

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